A veces uno siempre dice tener la respuesta para todos los males que sufrimos, pero somos capaces de hacernos una consulta interna a ordenar nuestra mente y administrar nuestra conducta? Muchos han bautizado a este procedimiento como la “terapia interpersonal”. Si, Aquella que sirve para sacar conclusiones inmediatas hacia alguna interrogante dolorosa y esquiva. En la práctica esta terapia funciona como un regular de dudas y un agente de soluciones, pero que de alguna manera nos lleva a la desesperación desmesurada. Tratar de hablar con tu yo interior es abordarlo con dudas, acorralarlo con situaciones, engañarlo con alternativas y envenenarlo con desvaríos prematuros. Aquel yo que lo tienes escondido entre tus recuerdos y solo le das vida cuando estás en una disyuntiva homicida; es tu fiel acompañante en la maratón de tu vida. Tu yo es, aunque no lo creas, tu bolsa de arena donde apuntas con los puños para aplicarle el más certero reclamo y que muchas veces que no mides si le haces daño. Es un cojín que te sirve para las caídas aparatosas y los resbalones emocionales. El yo que todos tenemos sufre más de lo que tu cuerpo o alma pueda imaginar. Comunicarte con tu yo es muy simple, pues siempre esta donde se le quiere, pero se oculta en los momentos que la agonía de tu desesperación lo persigue. El yo es tímido y sincero, te da consejos certeros y de grueso calibre, tiene una inteligencia emocional sorprendente, el siempre se muestra calmado cada vez que tu rabia lo tiene acorralado. Le exigimos mucho y le ofrecemos poco, aunque no tenga rostro o nombre propio es nuestro único amigo. La terapia interpersonal es el único puente que nos conduce a él, sufre con nosotros y llora con nosotros. El espejo que usamos para ver nuestro rostro es la ventana que muestra su vida, nuestro yo es un consejero de bolsillo, atiborrado de soluciones buenas y sorprendentes, por que las malas solo las usa cuando la muerte rosa nuestra mejilla.
Fauna y flora
Hace 13 años